miércoles, 20 de septiembre de 2006

Gracias mamá

Por momentos parece una pesadilla. Es una chispa de esperanza, pero se impone la realidad. No hay otro remedio que aceptarlo, y creo que lo acepto. Ya no le puedo acariciar el coquín ni decirle lo lindos que son los pelines que ya le estaban saliendo. Tampoco le puedo alabar esos ojillos, ni decirle que eran iguales a los míos. Ya no le puedo pedir permiso para ver si me puedo tirar un peo, en la casa, en el corte inglés o en el metro. Ahora toca andar otros caminos. Me gustaría hacer realidad sus últimos deseos. Ella me dió la música y ahora me gustaría aprender. Fue su último sueño, enseñarme. Como me dijo alguien, para ello tengo toda la vida. Pero como buen necio me empeñaré desde ahora. Era la deuda que ella tenía conmigo y de la noche a la mañana se ha convertido en la deuda que me queda para con ella. Ya no me quedan otros caprichos que satisfacerle. Ahora toca hacer realidad el mejor de sus deseos: que yo sea feliz. Y tengo que hacerlo. Lanzarme a la vida. Comprometerme conmigo mismo. Buscar en todos los rincones. Seguir cultivando mi amor. Seguir alimentando mi interior que tan feliz le llegó a hacer. Seguir luchando ante cada obstáculo que se me presente en la vida. Seguir conquistando pequeñas victorias de las que solo ella y yo nos sentíamos orgullosos. Seguir conformándome con aquellas pequeñas cosas, pequeñas cosas que a ella le llenaban y a mi eso me hacía feliz. Gracias mimi, mi chiribisqui, mi chiripusina, mi churucusca, mi madre querida, por haberme dejado ser así.

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