sábado, 21 de octubre de 2006

Sendero

Al principio solo contaba con un amuleto. La cuarta dimensión marcaba los hitos... Me detengo en el camino y miro hacia atrás. Consulto la brújula. Y calculo las coordenadas. Determino a qué distancia me encuentro. Al final está la fuente. Saludo a los que regresan, vienen erguidos. Me acompaña el silencio. En el último punto me equipé de sosiego. En el anterior aprendí una canción. Y en el de más atrás adquirí el mapa. Desde entonces ya podía determinar el destino. Todo empezó en aquella laguna, la laguna del misterio. Una vez caí en la corriente del río. Todavía lo recuerdo. Aquellos tiempos de absoluta oscuridad. Cuando aún estaba en la cueva. Ahora me dirijo al sitio en que las preguntas tienen respuesta. Me podrán decir donde puedo plantar una rosa. Y retomaré la marcha con la brújula, el silencio, la quietud, la música y el mapa. No sé si es lo suficiente para evitar el derrumbe. Para evitarlo puedo pedirle a alguien que regresa una poesía. Para que me sostenga. Al menos ya puedo sobrevivir a la noche, se que me acompaña la luna. Grandiosa y venerable. Con su luz de esperanza. Qué suerte haberlo sabido. Plantaré mi rosa. Pétalos y espinas, también necesarios para poder llegar a las estrellas.