Voy por los mismos sitios y voy reparando en cosas que ya estaban. El puzzle va adquiriendo forma poco a poco. Me enseñas una alternativa y la forma se torna más bella. Intento darte las gracias, pero quizás no comprendas. Quizás no conoces del valor que tienen ciertas cosas para mi. En definitiva no sabemos de nuestra profundidad relativa. Lo cierto es que el tiempo que dedicas si que tiene un valor. Y yo quiero que comprendas lo que yo he comprendido, que el número del escalón no es lo que importa, lo que importa es que podamos escuchar nuestras voces. Y que es posible perdonarse el olvido por un tiempo, pero sería importante hacerlo semifuso. Yo quisiera observar tu puzzle, e intentar sugerirte otra posición para alguna otra pieza. Y volverte a oír. Y entonces mis sitios se ampliarían a tus sitios, y los tuyos... pues eso, a los míos. Y nuestros mundos podrían tener más luz. Y sus habitantes serían más bellos. Y las calles más limpias, y los árboles más frondosos, y los pájaros anidarían con más alegría. Y nuestros puzzles adquirirían otro color. Reflejando la nueva luz. Y tu en el tuyo... y yo en el mío... esperando a que un tercero, no importa de cual escalón, nos diga qué hacer con las nubes.
2 comentarios:
Hasta las puzzles inacabados son parte del rompecabezas.
De piezas simples y profundas... de piezas del alma.
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