jueves, 15 de marzo de 2007

Visto, y oído...

Aquella civilización había logrado visualizar el miedo. No se sabe mediante qué mecanismos evolutivos veían el miedo en las personas. Qué problema para aquellos que inevitablemente sentían miedo. Ya no lo podían ocultar. Y muchos de ellos terminaron siendo presas de psiquiatras cuya labor era reintegrarlos a la sociedad. Se les llamaba agorafóbicos. Temían al miedo, y a que se les visualizara. En fin, a toda la sociedad. Las compañías de felicidad no tardaron de encontrar un remedio. Las diferentes variantes de cápsula antimiedo plagaron los espacios académicos, en su lucha por su supervivencia empresarial. Los estudiantes de medicina se enfrentaron a una nueva materia: Encubrimiento del miedo. Consistía en aprender el arte de esconder su inevitable miedo en algun otro ser que pasara por allí. De no aprobar esta materia no podrían graduarse de su carrera soñada. Y así los valientes aparentes salían adelante, futuros guardianes de la felicidad social. Era fácil reconocer a un psiquiatra: Cara de temor, pero el miedo no se visualizaba. No tardaron en ganar la fama de que los más psiquiatricos eran los propios psiquiatras. Pero se gestaba otro mal: Había quien podía oir la fuente del miedo, aunque estuviera escondido en otra parte...

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