El era un solitario. Caminaba solo con su música. Iba seguro de su belleza interior. No sabía cuan grande era, pero tampoco le importaba. Se sabía imperfecto, como todos. Visitaba museos admirando la belleza. Sentía en cada encuentro el palpitar del amor. Temía el rechazo, pero se le enfrentaba sin mayores problemas. Muchas despedidas han ocupado su tiempo. A pesar de las despedidas lo mas bello quedaba en su alma y en su corazón. Lo bello lo ayudaba a respirar y a vivir. Su tristeza no era por él, era por el mundo de los humanos, con su tendencia a autodestruírse. Por ello predicaba su paz, la princesa rectora de felicidades verdaderas. Comprendía la timidez de algunos, que impedía que se acercaran a él. Admiraba el azul nítido del cielo, aunque a veces las nubes grises lo tranquilizaban. Sonreía a veces en silencio, recordándote. Caminaba al sitio en que las preguntas tienen respuesta. Se aferraba al fondo de la madre tierra, fuente de vida y eternidad. Te llamaba en momentos de soledad suprema. Y tu a veces contestabas, pero otras veces continuabas, aparentemente sin haber oído nada. Seguía creyendo en ti. Sigue esperando tu respuesta.
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