Me hablaron de alguien a quien debía temer. Que cuando me equivocaba lo sabía perfectamente. Que después decidiría si debía caminar sobre el fuego o si florecería en la primavera. Dejaba caer su mazo estridentemente. Me lo describieron severo y compasivo. Pero yo no lo creí. Un día lo vi en el espejo. Supe que en verdad siempre había estado junto a mi. Veía exactamente lo que yo miraba. Y siempre quiso ordenar mis pensamientos. No sé cuanto pudo haberlo conseguido. No sé en que momento le di acceso. Y un día lo volví a ver detrás de aquel cristal. Me hizo ver que se acercaba la primavera. Y solo atiné a regalarle una sonrisa. Hasta ese momento me había creído que siempre fui yo el que decidí. Creí haber sabido siempre cual era el camino. Y por mucho que me perdía no llegaba a entender como puede ser que el camino seguro llevara a un lugar sin salida. Pero ese día supe que si hubiera confiado, si hubiera tenido fe, si hubiera sido algo más humilde, jamás me hubiera perdido tanto. Ahora comprendo la necesidad de acercarme cada vez más a aquel cristal. Para acabar de una vez ser aquel que me invita a la primavera. Para empezar el camino que me lleva al sitio en que florecen las flores. Para reconocer la música en la estridencia.
2 comentarios:
Pensar en "qué hubiera pasado si...", y creer que todo hubiera resultado mejor que ahora, es una forma de torturarse.
Jeje, no princesa, no es eso ;)
Debes saber que las paces con el pasado estan hechas.
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