miércoles, 30 de agosto de 2006

Ying y Yang

El aparentemente no se conocía. Veía cosas que lo confundían. Solía cumplir con todas sus obligaciones. Pero en ocasiones lo hacía de mala gana. Se responsabilizaba con cada deber. Pero al mismo tiempo dejaba para otro día las pequeñas cosas. Intentaba ser justo con aquello que veía. Pero a veces era demasiado severo. Amaba la verdad. Y en ocasiones censuraba pensamientos que aunque propios, se alejaban de ella. Intentaba seguir las convenciones sociales. Pero en su intimidad se rebelaba con lo impuesto. Era muy inteligente. Y manipulaba, a veces inconcientemente, la realidad. Le gustaba actuar amablemente, queriblemente. Y de repente caía en la hipocresía. Quería ser hermano de todo ser humano. Pero de repente actuaba con mezquindad. Conocía muchos aspectos de este mundo. Y a veces discutía sin darse cuenta de que contradecía su propia sabiduría. A veces soñaba con sentirse poderoso. Y no se daba cuenta de que a veces el poder incita a la violencia. Coqueteaba con su propia honradez. Y de repente se veía en el orgullo. Deseaba poseer algunas cosas. Y esto lo llevaba a sentirse avaricioso. Deseaba tener fe. Y al mismo tiempo temía caer en el fanatismo. Así era, así soy, así somos.

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