martes, 22 de agosto de 2006

Temperatura y dolor

La respuesta fue afirmativa. Sus miembros dejaban de sentir la temperatura. Le quedaba su sentido fino del tacto. A veces molesto, pues el contacto con las sábanas lo hacía despertarse en medio de una ola de suavidad. Sobre todo cuando se soñaba desnudo en el río. Su realidad de repente le parecía contradictoria. Y era justo cuando penetraba en una cueva de algas. Sintió que aquellas plantas le resultaban demasiado familiares. Despertaba y volvía a la realidad de sus miembros, que habían perdido parte de su sensibilidad. Y entonces se daba cuenta de que el río no era ni frío ni cálido. Para algo bueno tenía que servir su nueva capacidad. Aunque no estaba del todo seguro. Ya no podría sentir el frío del suelo precisamente cuando se levantaba al ver su sueño interrumpido. Tampoco sabe qué otra cosa superflua hubiera querido sacrificar. Quizás hubiera querido una sordera selectiva de cierto rango de frecuencia. Lo que no imaginaba era que le esperaba una sorpresa desagradable. Y aparentemente complacido se comenzó a balancear. Desnudo, en su habitación. Sin nada que proteja su cuerpo. Totalmente despreocupado. Fue entonces que tropezó y descubrió lo que era verdaderamente el dolor.

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