miércoles, 12 de noviembre de 2008

Anam Cara

Detrás de tu cara, debajo de tus palabras, por encima de
tus pensamientos, debajo de tu mente, acecha el silencio de otro mundo. Un mundo vive en tu interior. Nadie más puede darte noticias de este mundo interior. Cada
cual es un artis­ta. Al abrir la boca sacamos sonidos de la montaña que hay
debajo del alma. Esos sonidos son palabras. El mundo está lleno de palabras. Son
muchos los que hablan al mismo tiempo, en voz alta o baja, en salones, en las
calles, en la te­levisión, en la radio, en el papel, en los libros. El ruido
de las palabras conserva para nosotros lo que llamamos «mun­do».
Intercambiamos nuestros sonidos y formamos pau­tas, vaticinios, bendiciones
y blasfemias. Nuestra tribu lin­güística cohesiona el mundo diariamente.
Pero el hecho de pronunciar palabras revela que cada cual crea
incesante­mente. Cada persona extrae sonidos del silencio y seduce lo
invisible para que se haga visible.

Los humanos somos aquí unos
recién llegados. Las ga­laxias del cielo se alejan bailando hacia el
infinito. Bajo nuestros pies hay tierra antigua. Fuimos bellamente for­mados
con esta arcilla. Sin embargo, el guijarro más pe­queño es millones de años
más viejo que nosotros. En tus pensamientos busca un eco el universo silencioso.
Un mundo ignoto anhela reflejarse. Las palabras son espejos indirectos que
contienen tus pensamientos. Con­templas estas palabras-espejo y vislumbras
significados, raíces y refugio. Detrás de su superficie brillante hay
oscu­ridad y silencio. Las palabras son como el dios Jano, miran a la vez
hacia dentro y hacia fuera.


John O´Donohue

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