Luchaba por alcanzar la claridad. Pero se lo impedían algunas máscaras. Temía que los demás descubrieran quién era en realidad. Quizás sus amigos eran amigos de otro. Quizás en vez de ayudar en realidad lo que hacían era perjudicar. Ellos pensaban que le daban la mano a uno y en realidad quien la recibía era otro. El recibía las fuerzas sin saber que en realidad no eran las que más le ayudaban. Y en vez de acercarse a la iluminación se adentraba en túneles oscuros. Quizás para él era una suerte no hacerse determinadas preguntas. Pero nunca se sabe si un día sentirá cierta necesidad. Lo abrumarán las palabras. Y tendrá que organizarlas frente al espejo. Si hay suficiente fuerza algún destello surgirá. Y caerá la venda. Entonces recobrará sentido la palabra sinceridad. Y desde entonces aprenderá a cuidar lo que nunca ha dejado de ser. Verá el diamante que lleva dentro. Y bastará con eso para que no necesite otro tipo de fuerzas. Para que valore lo único que se tiene. Y no le importará que los demás vean. Y pase lo que pase seguirá siendo él. Algunos le pedirán que no cambie. Que siga adelante sin mirar hacia atrás. Que nunca se canse. Otros, pocos, o muchos, querrán que vuelva a confundirse...
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