El quería llegar a la superficie. Sabía que tenía que desprenderse de varios lastres. No sabía cual era el más pesado. Aquellos lastres eran especiales, si no se liberaban en cierto orden el resto podía duplicar su peso. No tenía idea de cual debería ser el orden. Pero había uno que tenía un feo color. Él lo veía claramente. El color que adquieren las cosas cuando llevan mucho tiempo sumergidas. Ese lastre contenía todos los elementos que se forjan con el maltrato. A partir de recetas con ingredientes terrenales y del alma. Alimentos amargos como el veneno. Él sabía que en la superficie los olores eran diferentes. Pero sus manos, enfundadas con guantes impermeables, no estaban seguras de cual era la mejor manera de obrar. Quizás necesitaba un baño en profundidad de tales productos. O puede ser que debía emprender una búsqueda del verdadero significado de una palabra. Perdón, ¿sería suficiente? Perdón sincero, ¿quizás? Verdadero perdón, ¿eh? El ahora le dice que es muy necesario. Algunos ruidos le recuerdan aquel sabor. De momento debe aprender a convivir con esos ruidos. Mucho mejor si es antes de que se extingan. Debe haber alguna manera. El tiempo corre. Tiene que darse prisa.
1 comentario:
el perdon dicho y echo de corazon es la cura mas sana para un alma herida...liberacion en estado puro de esos lastres de los que hablas..
Un enorrrrrrrrrrme beso gaiar..y feliz fin de semana
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