Hoy siento en el corazón un vago temblor de estrellas, pero mi senda se
pierde en el alma de la niebla. La luz me troncha las alas y el dolor de mi
tristeza va mojando los recuerdos en la fuente de la idea. Todas las rosas son
blancas, tan blancas como mi pena, y no son las rosas blancas, que ha nevado
sobre ellas. Antes tuvieron el iris. También sobre el alma nieva. La nieve del
alma tiene copos de besos y escenas que se hundieron en la sombra o en la luz
del que las piensa. La nieve cae de las rosas, pero la del alma queda, y la
garra de los años hace un sudario con ellas. ¿Se deshelará la nieve cuando la
muerte nos lleva? ¿O después habrá otra nieve y otras rosas más perfectas? ¿Será
la paz con nosotros como Cristo nos enseña? ¿O nunca será posible la solución
del problema? ¿Y si el amor nos engaña? ¿Quién la vida nos alienta si el
crepúsculo nos hunde en la verdadera ciencia del Bien que quizá no exista, y del
Mal que late cerca? ¿Si la esperanza se apaga y la Babel se comienza, qué
antorcha iluminará los caminos en la Tierra? ¿Si el azul es un ensueño, qué será
de la inocencia? ¿Qué será del corazón si el Amor no tiene flechas? ¿Y si la
muerte es la muerte, qué será de los poetas y de las cosas dormidas que ya nadie
las recuerda? ¡Oh sol de las esperanzas! ¡Agua clara! ¡Luna nueva! ¡Corazones de
los niños!¡Almas rudas de las piedras! Hoy siento en el corazón un vago temblor
de estrellas y todas las rosas son tan blancas como mi pena.
Federico García Lorca
sábado, 24 de junio de 2006
Canción otoñal
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