Ahora estoy metido en varias guerras. Una de ellas es la del régimen. Llevo meses intentando hacer uno. Pero no puedo con la ansiedad. Hago el régimen y luego me entra un hambre atroz que no termina hasta que no me meta algo de comida en la boca. ¿De qué vale el yogourt desnatado si después me meto una napolitana de crema? Ya me lo dijo el especialista, sobre el riesgo de un accidente cardiovascular. Pero ese mismo especialista me comentó que estoy tomando un medicamento que me hace engordar. Si he olvidado lo que es una cerveza. Claro, no la puedo mezclar con los otros medicamentos. Pero de nada me sirve comer tantos vegetales. Aunque en cualquier momento comienzo a rumiar. Las cinco comidas que hago no me migitan el hambre. La otra guerra es la del tabaco. Tengo un dedo totalmente amarillo. Este finde le di con jabón y nada. Lo cierto es que el tabaco además acaba con el dinerillo. Pero lo que si tengo es que romper con el hábito de levantarme de madrugada a fumar. Me estoy matando lentamente. Bueno, las otras guerras quedan para otro día. Me resulta muy difícil lidiar con todo. Ni pensar en hacer ejercicios en un gimnasio, no tengo tiempo. Y sigue sumando...
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