Carlos. Te vi el miércoles. Fue un poco difícil. No se si hubiera preferido no haberte visto. Pero aun me queda la duda de si lo hemos perdido todo.
Compartimos muchas cosas. Aun recuerdo aquel primer día en Nueva York. Usurpaste mi casa y yo me sentía raro, pero tu te sentías como en la tuya. Hablamos hasta muy tarde en la noche. Luego venías a lavar y yo escondiendo la otra cama mientras me contabas que dormías en el suelo. Cuanto me arrepentí cuando vi al cabo de los años que se había forjado una bonita amistad. Cuantas cosas compartimos. Momentos muy buenos y momentos muy malos, con mi familia. Y con tu madre. De cuantas cosas hablábamos. Difícilmente encontraré a alguien con quien llegue a compartir tantas cosas. Mi enfermedad surgió de repente y yo te contaba los detalles sin saber que te impresionarían tanto. Sin saber que un día, cuando más lo necesitaba me ibas a dar la espalda pensando precisamente en las cosas que había hecho y en las que había llegado a pensar. Pero las cosas son así. Las amistades se prueban en los momentos difíciles y la nuestra no venció la primera.
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