A veces todas las penas se juntan, y parece que todo se vuelve cómplice de la desgracia. Nos quedamos sin saber que hacer. Posiblemente en esos casos no hay nada que hacer. Las nubes tapan el sol. El viento se queda quieto cuando algo está a punto de morir. No sabemos qué hacer. Quizás no haya nada que hacer. Las cosas mueren a su hora. Y a todos nos embarga la tristeza. No comprendemos que estas cosas sucedan, si hasta ayer todo estaba bien. Todo era tan bonito, todo era como una aventura, el mundo reía. Pero ahora nadie entiende, nos hacemos muchas preguntas, no comprendemos qué pasa, porque las cosas tienen que morir? Entonces recordamos que en otros tiempos otras cosas murieron y tuvimos que comprender. Todo vive y muere. Siempre ha sido así, la muerte en sí no es algo malo. Hay cosas que se van, pero en nosotros queda lo esencial, aunque dejamos de verlas. Lo que se va comienza una nueva etapa. Todo tiene su porqué aunque no lleguemos a entenderlo. En cada etapa cada cosa da de sí lo mejor, luego se va contenta. Quizás ahora se entienda: las cosas disfrutan. Y aunque no tendrá ya las mismas experiencias las vivió todo lo que podía.
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