Tengo un gato de ojo marino. Su ojo me alumbra el oscuro rincón. El gato me lleva a lo mejor de mi mar. Su ojo tiene hasta siete colores, y los utiliza según la necesidad. El gato se me esconde en sitios de insospechada realidad. Al gato a veces le gusta jugar. Se me pone en las piernas, con la cabeza en mi corazón hace que la penumbra espante a la soledad. El gato se escapa, y me lo encuentro jugando con cucarachas que no se atreve a matar. Casi siempre lo dejo, pues el necesita de su libertad. A pesar de ser gato, a él le gusta el azul de mi mar. Sus ojos se llenan de vitalidad. El ojo mira desde la altura y si cae resulta que no llega a sangrar. Después se le olvida y vuelve a subir. El gato se asusta con los truenos de la tempestad. Y observa conmigo el oleaje del furioso mar. Después en silencio nos vamos a acostar. Su ojo cerrado me impide el color. Y yo cierro los míos, acurrucado en la flor. Mi alma se pierde en la mar de otros gatos. Estimulando los sueños que avivan su olor. Y despiertan pensando en el sueño que hubo. Le dan juego a sus dueños. Y estos propagan a lo lejos el color de otros más. Así funciona el viento. Así funciona el mar. Los gatos de Gaia vinieron para soñar.
1 comentario:
Un alma extraña, misteriosa, azul y vital.
Saludos.
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