Y el tiempo con su raro andar me lleva con él sin pedirme permiso. El tiempo y el espacio que necesito poblar me llevan a inesperados encuentros. La urgencia de llegar a tiempo me impide a veces reparar en la posibilidad de un buen encuentro. Pero al mismo tiempo me voy dando cuenta de la necesidad de contar los pasos antes de determinar el lugar del próximo momento. El tiempo, amigo que todo lo cura, y no gana la lucha contra la conservación de lo que debe perdurar. Van pasando los días y voy comprendiendo que lo que el tiempo nunca va a curar son ciertas maneras, que a pesar de ellas puedo soñar. Creo que el tiempo nunca podrá contra una esencia, aunque a veces esa esencia duela a los demás. Es la esencia que provoca el encuentro, para qué la voy a cambiar. El tiempo que lime impurezas y deje aquello que soy, por muy feo que parezca. En estos días vuelven a mi los pensamientos sobre la soledad. Sentirse solo por momentos sólo evoca una tristeza que nada va a remediar. Solo queda confiar en el tiempo, que él y lo demás hagan que lo que noto lejos sienta que conmigo está. La vida rueda para todos, todos los que conozco y me quieren tienen cerca con quien jugar. Y aquí estoy yo pensando, pensando, si esto tendrá final.
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