Vuelvo a parar en mi camino para mirar y darme cuenta del punto en que me encuentro. Sin dudas hay una buena distancia del comienzo. Suficiente para saber que hay límites, que no todo es alcanzable. Que se parte siempre con las manos vacías y luego vamos encontrando los clavos y martillos que sirven para formar las tablas del camino. Que a veces hay clavos, pero no martillos, y otras no hay tabla que poner, los pasos hay que darlos en el frío, sobre piedras, adonde diga el viento y hasta que deje de llover. Creo que aun hay tiempo en mi camino, y es lo más importante, saber que siempre hay tiempo. Y valoro al alza cada pizca de él. Veo que es saludable limitar las riendas a antiguas pesadillas, si acaso cortarlas y dejarlas escapar de una vez para siempre, pero no dejar que guíen el contenido de lo que se ve. Cada día se reafirma la idea de limitar las frecuencias, obviar sinceramente las hirientes y ruidosas, agradecer las que llegan desde una fuente que ha probado con suficiencia su validez. Y quizás lo más importante, la maquinaria que guía merece confianza, es fuerte, precisa y está suficientemente preparada para aprovechar a su favor lo que ofrece el gran mecanismo de relojería, solo tiene que optimizar el uso de la energía.
El pintor de las mujeres-soles abandonado en su empecinada claridad, hizo su último viaje ya muy solo sobre el Atlántico y fue sepultado cuando llegó. El pintor brilloso como la luna, con su pelo largo, con su barba culta de polvo escupió al cangrejo desde un dibujo y le puso fecha a su despedida.
Y siguió queriendo aunque no fue amado ni como ser humano. Y siguió aprendiendo el camino de la soledad en todo momento.
Y se fue entre ceras alucinantes con su pelo largo, con su barba culta de polvo. Descargando gritos sobre las almas mientras los beatos se persignaban. Y él no tuvo iglesias, pero algo de altares al amor hubo entre sus lienzos. Y en la fantasía iba platicando su viaje hacia el universo.
El pintor de las enredaderas de luz escribió sus últimos signos con triste desesperación. Y dejó sus restos a los amigos pidiéndole sólo paredes para sostenerlos.