jueves, 8 de febrero de 2007

Rosa sin niebla

La rosa de los mares es consultada cuando se necesita una respuesta. La red de Gaia la concibió para marcar la dirección correcta. En un vértice se encuentra el sitio en que las preguntas tienen respuesta. Pero hay respuestas agudas que hieren el alma. Y hay almas maleables que se alimentan con cada respuesta. La rosa marca el sitio, el alma interpreta. El alma se dirige al cobijo evitador de mareas. Cobijos que pueden ser valles de la luz o cuevas de tinieblas. El alma a veces no sabe de la vida o la ceguera. El universo maestro siempre está atento a la oportuna tristeza. Las estrellas y la luna se mueven cómplices del alma que interpreta. El campo de Gaia dirige a la rosa, nos atrae y nos da mareas. El sol ilumina los pétalos de la mala inocencia. El sol ayuda a la atención sincera. Las lágrimas colorean a los pétalos de la dirección certera. Y tú, y yo, nosotros todos contribuímos a la respuesta verdadera. Gaia rota y se traslada, en ciclos de evolución sin fronteras. Las campanas, al compás del viento, la lluvia y la niebla marcan el paso de la dimensión que nos lleva. Sólo el oído atento, la elegante vela, la lágrima hecha perla y el espíritu auténtico, llegarán a la respuesta verdadera: Tú y yo, sin excepción.

miércoles, 7 de febrero de 2007

Gaia de esperanza

La palabra de la sabiduría se extiende a través de mares infinitos. Las olas azotan, se calman, van y vienen. Los barcos intentan resistir los embates y aprovechan los buenos tiempos. Algunos elegantes veleros tienen dispuestas amarras que se dejan llevar por manos diestras e inteligentes. Estos veleros disfrutan de la paz del viento estudiando la verdad de las palabras. Las palabras les dicen cómo anda la marea y les permiten descifrar los mapas. Luego sus rosas les indican la dirección de la nube apropiada. Ningún barco desea encayar. Todos desean llegar a buen puerto, y si es posible encontrarse con un paraíso de montañas. Pero es que hay montañas aparentes y puertos que son una trampa. Las nubes ocultan la verdad de las montañas más altas. No se sabe si una montaña te llevará al mar o si te atrapará en la desconfianza. Montaña sabia, o montaña sin palabras. Sin saberlo, del velero no partirá una sola barca. Esperará pacientemente a que el viento le susurre al mar la clave de la esperanza. Y el viento necesita que la clave se desprenda de una rama. Del fruto a la semilla, de la semilla a la rama. Todas las hojas quisieran eliminar la desconfianza. Para ello necesitan de todos los barcos, su elegancia.

martes, 6 de febrero de 2007

Hoy no quiero estar lejos de la casa y el árbol

Hoy no quiero estar lejos
de la casa y el árbol
hoy quisiera estrechar
mi ciudad sumergida
boca de los corales
alma de las esponjas
dureza de las piedras
que se encuentran a veces
ojos de las estrellas de mar y los peces.

Hoy te quiero cantar más allá
más allá de donde ha de llegar
la canción.

Cómo voy a cambiarle el color a una ola
qué se puede querer si todo es horizonte
qué le voy a enseñar a la suma del viento
qué le puedo objetar a una noche estrellada
con mi vela amarilla y mi proa emparchada.

Hoy no quiero estar lejos de la casa y el arbol
cada rizo del suelo es un sueño contado
algo como un recuerdo una imagen, un beso
que en la espalda del día se queda ese algo
hoy no quiero estar lejos de la casa y el árbol.

Silvio Rodríguez

sábado, 3 de febrero de 2007

Misión insoslayable

No hay pasajeros en la nave espacial Tierra; todos somos tripulantes

Marschall McLuhan


Y yo te pido que me ayudes a ejecutar la primera orden. Estate atento a los controles. Yo vigilo los sensores. Diseñemos la estrategia. Se trata de reducir infinitesimalmente la variable miedo. Este un problema de complejidad desconocida. Pero hay dispuesto un ejército de corazones. El comando de todos indica que debemos descubrir posiciones estratégicas. También debemos poner a congelar las señales del olvido. Elevar a potencias superiores el valor de la confianza. Desnudarnos de escafandras. Salir de nuestras cúpulas y flotar en la esperanza. Adiestrarnos en libertades sin anclajes. Cristalizar nuestras miradas. Tu puedes. Ayúdame.

viernes, 2 de febrero de 2007

Tishrei

El comienzo no está lejos. Habrá que dejar de ser esclavos. Lo dice la historia. La historia habla de fe. Y la fe es la confianza en que podemos dejar de ser esclavos. Somos, individualmente, seres irrepetibles destinados a jugar un rol en este mundo. Somos frutos con sabiduría inmanente. Cada flor juega un papel vital y deja un legado de profundas consecuencias. Tenemos de manera perenne una semilla llena de compasión. También contamos con otra semilla repleta de rectitud. Y todos regimos sobre las fuerzas que alimentan a cada semilla. Son las fuerzas de la luz. La luz que nos permite sobrevivir al eclipse y trascender el estado de penumbra. La luz que atrae a las estrellas de la mañana. Hay candiles para todos. Infinitos cirios que todos ayudan a encender. No hay un único ser capaz de iluminar a la luna. El sol en su centro tiene un tesoro para todos, y nos enseña a la luna, con sus manchas. El sol nos quiere, ayudemos a la luna. Encendamos todos los cirios. Confiemos, tengamos fe. Alimentemos el amor y dejemos de sembrar oscuridades. Seamos ante todo humildes. Busca tu semilla, alimenta la mía, iluminemos nuestro entorno. Hagamos que el planeta sea para todos.

jueves, 1 de febrero de 2007

En estos días

En estos días, todo el viento del mundo
sopla en tu dirección.
La osa mayor corrige la punta de su cola
y te corona con la estrella que guía
la mía.

Los mares se han torcido
con no poco dolor hacia tus costas.
La lluvia dibuja en tu cabeza
la sed de millones de árboles.
Las flores te maldicen muriendo,
celosas.

En estos días no sale el sol, sino tu rostro.
Y en el silencio, sordo del tiempo, gritan tus ojos.
¡Ay!, de estos días terribles,
¡ay!, de lo indescriptible.

En estos días no hay absolución
posible para el hombre.
Para el feroz, la fiera
que ruge y canta ciega.
Ese animal remoto que devora y devora
primaveras.

En estos días no sale el sol, sino tu rostro.
Y en el silencio, sordo del tiempo, gritan tus ojos.
¡Ay!, de estos días terribles,
¡ay!, del nombre que lleven,
¡ay!, de cuantos se marchen,
¡ay!, de cuantos se queden.

¡Ay!, de todas las cosas
que hinchan este segundo.
¡Ay!, de estos días terribles,
asesinos del mundo.

Silvio Rodríguez